jueves, 25 de diciembre de 2014

HISTORIA

LA CUÑA DE MANCO-CÁPAC.

Pilar García, maestro, poeta, cantautor, repentista inteligente y de gracia, veloriero, cronista de Buenavista, me da sabroso tema para esta columna.
En ocasión de estarse haciendo diligencias para reunir el dinero necesario y salvar el monumento consagrado al Mariscal Antonio José de Sucre en el Parque Ayacucho de Barquisimeto, en avanzado estado de corrosión e inminente peligro de derrumbarse si no se detiene a tiempo la enfermedad que lo corroe, Pilar García llama la atención sobre un error contenido en una de las inscripciones del monumento.
En 1825, Bolívar escribió una biografía del General Sucre, la que hizo publicar en homenaje a quien poco antes había librado exitosamente una de las batallas fundamentales, la de Ayacucho,  de la independencia americana. Así lo comunica al biografiado en carta desde Lima, fechada el 21 de febrero de 1825 donde le dice: “Ahora mismo se está imprimiendo una relación de la vida de usted hecha por mí, en que, cumpliendo con mi conciencia, le doy a usted cuanto merece”.
Se publicó efectivamente con el título de Resumen sucinto de la vida del General Sucre, en la imprenta del Estado en Lima, en 1825; hay otra edición del mismo año hecha en Lima y Buenos Aires, existe una edición de la Academia Nacional de la Historia, de 1930, y otra del mismo año de la Editorial Elite; la Sociedad Bolivariana de Cumaná la publicó en 1938 y hay otras ediciones de 1890, 1919 y 1940.
Lógicamente esta relación de la vida de Sucre, es fuente bibliográfica obligada de cuanto artículo, folleto o libro se escribe sobre Sucre, y la frase final de dicha biografía, la más citada, es también de uso acostumbrado en los monumentos levantados al inmortal héroe de Ayacucho y tal como se conoce, dice así:
El General Sucre es el padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del Sol: es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en Pichincha y otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco – Cápac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.
Así, completa o fragmentada, la repiten varios textos que he consultado:
La segunda edición, 1974, de un poema de Alfonso Bonilla-Naar, titulado Antonio José de Sucre, ángel brevemente humano, la tiene como epígrafe;
La obra Antonio José de Sucre: Gran Mariscal de Ayacucho, publicada por Alfonso Rumazo González en 1980, concluye con dicha frase;
Una obra de Miguel Ángel Mudarra titulada Antonio José de Sucre, 1795-1830, que es de 1974;
La biografía de Sucre contenida en el Diccionario Biográfico de Venezuela, de 1953;
la Relación sucinta de la vida del General Sucre, publicada por CANTV, en 1974, que es la que yo poseo.
¿Y cuál es el error señalado por Pilar García en dicha frase tal como se cita corrientemente?
Según las tradiciones peruanas a Manco-Cápac y a su hermana Mama Ocllo, los dioses le dieron una cuña de oro y la misión de civilizar a su pueblo para lo cual deberían establecerse en el lugar donde aquella cuña de oro se hundiese en la tierra, lo cual aconteció en la llanura donde luego se levantó Cuzco.
Con seguridad, Bolívar en su biografía de Sucre, escribió que “la perennidad representará a Sucre en un pie en Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la CUÑA de Manco-Cápac”, esa cuña de oro que recibió de los dioses para felicidad de su pueblo pero los historiadores posteriores transcribieron erróneamente el texto bolivariano y donde el Libertador puso cuña, ellos leyeron cuna, por ignorar tal vez, la bella leyenda incaica.
Las autoridades del Municipio Iribarren, la Dirección de Cultura de la Alcaldía y la Comisión de Cultura del Concejo, deberán estar pendientes para que, junto con los trabajos de salvamento del monumento del Mariscal, se corrija el error de la inscripción y donde dice cuna, se lea correctamente cuña que fue como lo escribió Bolívar a quien seguramente no se le ocurriría guindarle a Sucre una cama para bebé en la gloriosa diestra que liberó al Perú.


PAN  PELAO

Pan, en territorio ayamán, es la arepa de maíz. Pan pelao es la arepa hecha con maíz cocido con cal o cenizas. Se hacía especialmente para comer con suero, caraotas negras o huevos en perico.
Las cenizas más utilizadas para pelar el maíz eran las obtenidas de la  mata seca de cocuy o del bejuco cardenillo. Algunas comunidades indígenas de México usan cenizas obtenidas de las conchas de ostión y de caracoles y se dice que de Tabasco provino la mejor y mayor cantidad de cal de este tipo utilizada en todo México durante muchos siglos pues, evidencias arqueológicas mexicanas, demuestran que desde el descubrimiento del maíz como alimento principal de los pueblos americanos, intervino para su conocimiento  la cal o la ceniza.
En su obra Relación de las cosas de Yucatán, escrita en el siglo XVII, Fray Diego de Landa habla de cómo en ese lugar utilizaban este método de cocimiento: “...las indias echan el maíz a mojar en cal y agua una noche antes y que a la mañana siguiente está blando y medio cocido y de esta manera se le quita el hollejo y pezón...” (En: Apreciación de la Cultura Maya, por Luis Luján Muñoz, 1970, pp. 57-58).
Las técnicas de cocimiento del maíz con cal o ceniza deben ser cuidadosamente observadas pues de pasarse el maíz queda no solamente verdoso sino que además el sabor de la arepa será desagradable. Cuando esto sucedía, mi madre acostumbraba echarle a la olla del maíz un poco de suero con lo cual se contrarrestaba los efectos del cocimiento defectuoso.
Este proceso se conoce en México como Nixtamalización y en un estudio sobre el maíz se dice que:
“El tratamiento del maíz con cal, la nixtamalización, es un proceso fundamental para mejorar el valor nutritivo del grano. El propósito intencional del proceso es quitar el hollejo o pericarpio, capa exterior del grano que, no sólo es indigesta, sino interfiere en la digestión de otros alimentos consumidos al mismo tiempo. Pero la cal y el calor con que se confecciona el nixtamal provocan también cambios químicos en el maíz: las proteínas, por ejemplo, ser de mayor valor biológico en el nixtamal que en el grano no tratado. Además, aunque muchos nutrientes como la niacina, por ejemplo, se encuentran en concentraciones menores después de la nixtamalización, se han transformado químicamente a formas más digeribles que en el gramo crudo” El Maíz, fundamento de la cultura popular mexicana. México: Museo Nacional de Culturas Populares, 1987, p. 22).
En Venezuela, posiblemente hayan sido los caquetíos, y por influencia de éstos los gayones y ayamanes quienes más uso hicieron de este método de cocimiento del maíz pues es al norte de Barquisimeto y en el Estado Falcón donde se detecta más abundantemente el consumo tradicional de la arepa pelada. Ignoro si su uso se deba a algo más que tener una variación en los productos de la alimentación acostumbrada, principalmente el pan o si, en tiempos antiguos, se conocía que, cocinado con cal o cenizas, el maíz aumentaba su calidad alimenticia pero lo que si parece cierto es que esta forma de tratar el maíz para su consumo tenía, además de alimento, el de su conservación más prolongada, tal como podría deducirse del texto del padre Landa:
“...lo muelen en piedras y que de lo medio molido dan a los trabajadores caminantes y navegantes grandes pelotas y cargas que duran algunos meses con sólo acedarse...” (Op., cit.).
La elaboración y consumo de arepa pelada, de maíz nixtamilizado, va desapareciendo de la mesa popular noroccidental seguramente por el intenso proceso de urbanización que modernamente ha sufrido la población junto con el consumo, de innegable comodidad, de la harina de maíz industrializada que sólo exige el esfuerzo de adquirirla en el supermercado al precio que, por supuesto, dispongan los consorcios empresariales y de ello se derivan males que, con seguridad, pocos detectan: pérdida de un tipo de alimentación más nutritiva, desperdicio de un sistema de conservación alimentaria, dependencia en precios y abastecimiento, de las empresas procesadoras del maíz y, lo más grave, abandono de una tradición cultural de profundas raíces históricas del desarrollo humano en Venezuela.

UNA FLAUTA CHINA EN SANARE
En una preciosa obra publicada en 2001 tan amena como densa, titulada Maíz Taita Coyón: cultura y cultivo del maíz, producto de la preocupación e investigación de los hermanos Juan José y Juan Ramón Escalona, se recoge una información de Antonio Márquez, sanareño nacido el 18 de julio de 1929, acerca de la fiesta o baile del jojoto que, tal como se transcribe, la citamos:
“En Guapa Abajo la hacían. Eso jue como en el cuarenta y ocho. Eso era una fiesta, bailaban con la mata e’ mái to’ lo más, y con la mata e’ café también. Con la mata e’ mái entera. Allá tocaban violín, guitarra, guitarra grande, tamborcito y maraca. Tocaban una flauta de cuatro huecos, tres arriba y uno abajo. Cantaban golpes y muchas cosas. Tocaban una hoja e’ café. Lo hacían en la capilla, en la fiesta del padre, cuando el padre Vera” (p. 85-86).
Esta información, además del innegable interés que supone el dar a conocer un aspecto fundamental de la cultura indígena relacionada con el cultivo del maíz y con manifestaciones todavía vivas del folklore larense, (tura, zaragoza, locaínas, tamunangue) contiene un dato inusitado y tan importante que no puedo dejar de destacar junto con mi suposición de que tal vez estemos en  presencia de un sustrato cultural tan antiguo como la presencia del hombre en suelo americano.
Erick M. von Hornbostel en su trabajo “La música de los Makushi, Taulipang y Yekuana”, escrito originalmente  en alemán y traducido por la Dra Federica Ritter para la revista de la Universidad Central de Venezuela “Archivos Venezolanos de Folklore”, en cuyo Nº 4 de 1955-56, se publicó en las páginas 137-138, describe, en una parte de dicho trabajo, los principales instrumentos musicales de los grupos indígenas estudiados por él: idiófonos, membranófonos y aerófonos. Entre estos últimos llamó especialmente su atención la flauta travesera tapada de la que dice cuanto a continuación citamos:
“Todas las tribus poseen una flauta travesera tapada (Kaikalá en Makushi, Kaikelá en Taulipang, Kaikialá  en Wapishana, zu(o) ó ó zu’o de la caña hedudána, en Yekuana) con tres agujeros para los dedos. Aún cuando el cierre del extremo inferior (que falta sólo en un ejemplar de los Yekuaná) ya es bastante raro, la disposición de los agujeros para los dedos es más raro aún: sólo dos están cerca del extremo inferior, el tercero más arriba que el orificio de soplo reconocible por el tamaño. Mas el único paralelo conocido de esta flauta travesera cerrada por ambos lados y con arreglo de los agujeros para los dedos es el Ch’ih de los chinos que fuera visto por última vez en tiempos muy remotos en la tienda de un anticuario por el erudito príncipe Tsai Yü en la segunda mitad del siglo XVI, en un ejemplar de bronce que se remontaba quizás a la época de Chung” (op. cit., p. 142).
Es decir, este tipo de flauta travesera tapada  tendría su origen en los tiempos míticos de la milenaria China.
De otro grupo indígena, los Schiriana, dice von Hornbostel, que usan una flauta parecida con una diferencia notable: los tres agujeros para los dedos se localizan cerca del extremo  inferior y en el lado opuesto de la flauta el orificio de soplar.
De ese tipo tan especial de flauta travesera indígena, visto por última vez hacia la segunda mitad del siglo XVI, en la tienda de un anticuario, es que Antonio Márquez nos habla como tipo de flauta usada por los antiguos pobladores de Sanare en la fiesta del jojoto que se celebraba en Guapa Abajo. Así lo declaró a los morochos Escalona: “Tocaban una flauta de cuatro huecos, tres arriba y uno abajo”, en todo, con una disposición de los huecos de dicha flauta semejante a la flauta de los Schirianá, de la misma familia, según parece, del milenario Ch’ih chino.
Sanare, según más se acepta, lo poblaban los Gayones. ¿Conservaron ellos este sustrato cultural chino como lejanos descendientes de los pueblos que vinieron de Asia, 50.000 años antes, o lo heredaron de otros pueblos intermedios entre ellos y aquellos?
¿Existe aún en algún lugar del Municipio “Andrés Eloy Blanco, esta flauta travesera de cuatro huecos?.
Los morochos Escalona tienen la tarea de averiguarlo. Públicamente se los propongo.


TITICACA, TITICARE, EL CREPÚSCULO


El lago Titicaca se ubica entre Bolivia y Perú a 3812 metros de altura y con una superficie de 8340 Km2. A su amparo florecieron importantes grupos culturales del altiplano andino y en la mitología acerca de los hermanos Ayar, propia de aquella región, Manco Capac y su hermana Mama Oclla, surgieron de sus aguas.
En un libro titulado El enigma de Tiahuanaco, de P. Guirao, publicado en Barcelona, España, se dice que en la mitología preincaica, titi significa “felino lacustre morador de las aguas y de la tierra” lo cual sorprendentemente coincide con la forma del lago que, visto desde el aire, semeja un felino gigante.
En esta mitología preincaica se dice que antes de la creación del sol y de la luna, la única luz existente era la que se producía en este lago, lo que según Guirao, pudo haberse originado en tiempo de agitación sísmica y volcánica cuando las cenizas de las erupciones ocultaban la luz solar y sólo había la producida por el volcán Illampú, aunque puestos a suponer, en el origen de estos mitos andinos, pudo ser cualquier otro fenómeno meteorológico.
En un diccionario de la lengua quichua que se habla en Ecuador, la palabra titi significa “metal”, titagyana, “calentarse” y titaj, “fuego, llama, calor, caliente”.
Así que las leyendas darían fundamento a estos términos del quichua ecuatoriano y sus significados, todo relacionado con luminosidad en la tierra, en un espacio, en un lugar, no necesariamente relacionado con la producida por la acción solar que, en el caso de las leyendas preincaicas, se explican porque en aquellos remotísimos tiempos, Inti, el sol, o Apu Punchao, jefe del día, no existía, no había sido creado.
¿Y qué significa el segundo segmento del nombre Titicaca? Según el autor que sustenta parte de estas notas, sería “roca, piedra, montaña”, de la que saldría la luz que iluminaba el mundo preincaico, por lo que Titicaca significaría “luz de la montaña” o algo parecido.
Vienen a cuento estas anotaciones porque resulta curioso que en el valle del río Barquisimeto, al suroeste de la ciudad, existe un lugar que desde tiempos remotos se llama Titicare, palabra bastante semejante a Titicaca, donde el primer segmento, titi, es igual, y los segundos apenas diferentes en la silaba final: ca ca, ca re.
Lo que a continuación se expone acerca de esta curiosidad toponímica en lengua de los caquetíos, es mera especulación que, aunque con alguna fundamentación, no tiene sinembargo, una base científica más o menos definitiva y verificada.
Recuérdese, eso sí, la notable influencia de las culturas pre- incaicas en los pueblos arawaks, entre ellos los caquetíos del valle del río Turbio, visto que éstos, llegados a América desde Polinesia, navegando por el océano Pacífico, entraron por el Perú desde donde se expandieron por buena parte del continente, lo que en la mitología inca, se registra en la leyenda de los hermanos Ayar, según la cual después del gran dios incaico Viracocha, aparecieron dos deidades más llamadas Imaymama y Tocapu, este último dios, nombrador de los hombres y creador de árboles y animales.
Se repartieron la tierra y así Viracocha, viajó hacia oriente Ymaymama, hacia occidente y Tocapu, hacia el Amazonas por lo que Tocapu representaría los pueblos arawak que emigraron a la zona amazónica desde donde se dispersaron hacia Colombia, donde los grupos que fueron hacia allá tomaron el nombre de caquetío, y hacia Brasil y las Guayanas. Desde Brasil y Colombia avanzaron hacia Venezuela, radicándose en los valles de los ríos  Yaracuy y Turbio y en otros lugares de Venezuela y las Antillas.
Tal vez sea el más importante documento del período colonial el conocido como “Relación Geográfica de Nueva Segovia”, elaborado por sus Alcaldes, en 1579.
En este documento encontramos datos sobre la comarca, los ríos, las autoridades, los vecinos, recursos agrícolas, minería, templos, distancias a otras ciudades, plantas medicinales y de todo otro tipo, animales, grupos indígenas y sus creencias religiosas, viviendas, climas, enfermedades, características geográficas, lenguas autóctonas, poblados y demografía indígenas, alimentación jurisdicción de la ciudad, primeros conquistadores y fundadores de Barquisimeto, sistema de gobierno y organización social indígena, armas y muchos elementos más con lo cual respondían a una pregunta del cuestionario enviado por el Rey de España.
Curiosamente, esta extensa y muy completa relación de todo cuanto, a juicio de las autoridades, revestía importancia para el conocimiento de la región y la gestión colonial española, omite mencionar un elemento característico e inocultable de la comarca barquisimetana: sus polícromos crepúsculos que de modo tan particular definen esta región, pero los caquetíos del río Barquisimeto que los conocían y veneraban, le dieron el nombre de Titicare pues su dios era el sol y se llamaba Capu, nombre del cual se eliminó el elemento prefijado to de aquel dios Tocapu que en tiempos remotos eligió la zona amazónica como dominio terrenal.
Los crepúsculos, fuente luminosa de los caquetíos que posiblemente identificaban con el sol moribundo, próximas las sombras de la noche a enseñorearse de la tierra, así como en Bolivia y Perú tuvieron la “roca que iluminaba el mundo”, Titicaca, en el valle del Turbio, para cuando se quedaban a oscuras, sin sol, era Titicare, un lugar de luz, de iluminación, que en sus creencias, no era generada por Apu, el sol, sino por otra fuente: el crepúsculo barquisimetano que todas las tardes, en el oeste, aparecía para darle un poco más de luz, cuando Apu bajaba hacia las sombras y éstas entonces, llenaban el valle.
El sufijo caquetío re, como lo ha demostrado bien el profesor Renato Agagliate, es un locativo, significa lugar, sitio, agregado a determinadas palabras, por lo que Titicare podría significar “lugar de luz que no es de Apu, el sol” o sea, el bello crepúsculo barquisimetano que así en ese topónimo lo registraron los caquetíos como parte importante de su existencia secular en el valle del río Turbio, luego de su milenario viaje que los trajo de Polinesia al Perú, del Perú al Amazonas, y de ahí, hasta el ceniciento valle. RAÍCES BARQUISIMETANAS DE DOS ILUSTRES CUMANESES: LA ESPADA Y LA PLUMA.

Si son más importantes las letras "porque la guerra también tiene sus leyes y están sujetas a ellas, y que las leyes caen debajo de la que son letras y letrados" o si las armas prevalecen porque con ellas "se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios", como lo creía mi señor Don Quijote de la Mancha, Cumaná tiene la gloria de que en su seno nacieron dos grandes representantes de ambas artes: José Antonio Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho, hombre de armas libertadoras y Andrés Eloy Blanco, señor de las letras, por cuyas venas corrió sangre barquisimetana que se hizo, en el transito histórico, cumanesa: para gloria de Venezuela y de sus armas y de su poesía.
1. Las armas.
El Licenciado Omar Alberto Pérez, distinguido  investigador  de prestigiosas instituciones de la capital de la República, produjo un apretado pero muy completo resumen de la vida del Capitán José Ramírez de Arellano, nacido en España aproximadamente en 1630 y muerto en México el 19 de febrero de 1711. Se basó Pérez en una Memoria que Ramírez Arellano presentó al Rey "sobre el ilícito trato y comercio que las naciones holandesas (sic) e inglesas mantienen con violencia en las costas y valles" de la Provincia de Venezuela, que es de 1680; un trabajo de Euclides J. Fuguet Graterol sobre la familia Ramírez Arellano, publicado en 1979, y otro de Joaquín Ramírez de Arellano de 1992, titulado El linaje Ramírez de Arellano en el oriente y centro de Venezuela.
Dice Pérez que Ramírez de Arellano, además de ejercer otras importantes funciones, fue fundador de la Villa de Araure y del pueblo de Chivacoa.
Ramírez de Arellano, agrega Pérez, se avecindó en Barquisimeto desde 1648 donde llegó a ser regidor y apoderado de dicha ciudad. En 1679 alcanzó el grado de Sargento Mayor del Tercio Miliciano con sede en Barquisimeto y desempeñó los cargos de regidor perpetuo y alcalde ordinario.
En 1681 casó con la barquisimetana Ana de Alaejos Maldonado y Mireles. Poseía una encomienda de 124 indios en el pueblo de San Miguel de los Ayamanes y en 1687 fue nombrado corregidor de los pueblos de Santa Rosa, Duaca, Acarigua y Yaritagua.
Viajó luego a España de donde regresó con el título de Coronel de Campo, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Nueva Andalucía, cargo que asumió a fines de 1696 por lo que se explica que habiendo sido nombrado seis años antes, haya fundado Araure en 1694, a Chivacoa en 1695 y en ese mismo tiempo se desempeñara como Corregidor de los naturales de Barquisimeto, Nirgua, Guanaguanare y Villa de San Carlos de Austria, regidor perpetuo, gobernador de las armas y capitán de guerra de Barquisimeto.
Entre sus descendientes colaterales en la ciudad de Cumaná figura su sobrino el Teniente Coronel Dionisio Sánchez Arellano quien fue bisabuelo materno del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.
2. Las letras.
El Capitán del Barrio fue, como lo saben quienes hayan leído la página 130 de la Historia de la Fundación de Barquisimeto, publicada en 1952 por el Hermano Nectario María, el primer Alcalde de Nueva Segovia y uno de los fundadores de esta ciudad y antes de El Tocuyo de la que fue regidor. Juan de Villegas lo había enviado en 1551 en busca de minas de oro de las cuales encontró una en Buría para cuya explotación se fundó, en mayo de 1552, la nueva ciudad Segovia.
Estaba casado con Francisca Hernández y de este matrimonio nacieron varios hijos, uno de los cuales, Damián del Barrio y Hernández, a los 17 años de edad, acompañó a Diego de Losada a la conquista de los Caracas y fundación de la ciudad  llamada Santiago de León.
Del Barrio y Hernández recibió una encomienda de indios quiriquires y en 1584 acompañó a Cristóbal Cobos a la conquista de los cumanagotos, fijando su residencia en Cumaná donde casó con María González y Rojas.
De este matrimonio nació Francisco del Barrio Hernández y Silva quien casó con Leonor Rixo y de éstos nació Gregoria del Barrio y Rixo quien, casada con el Capitán Francisco Cabrera Bello, procrearon a Francisco Cabrera del Barrio.
En palabras de don Ildemaro Lovera, autor del libro Vida de José Ángel Alamo: historia de un oligarca, fuente de estas informaciones genealógicas, así sigue la descendencia del primer Alcalde de nuestra ciudad:
"Francisco Cabrera del Barrio entronca con la mantuana María Hernández Díaz de la Cruz y tiene en su matrimonio a Francisco Cabrera Hernández, éste casa con María Petronila Rendón Sarmiento y Guevara dando origen a María de la Cruz Cabrera Rendón, que al primer matrimonio con Andrés Meaño Rendón, llamado El Corsario, tiene como hijo al Ilustre Prócer José Antonio Meaño Cabrera, casado con Inés Vásquez Salazar, padres de Andrés Eloy Meaño, médico muy prestigioso de la provincia, distinguiéndose hasta ser nombrado Gobernador de la Provincia de Cumaná. El doctor Meaño casó con Manuelita Escalante Pérez para dar origen a la distinguida matrona Dolores Meaño Escalante, esposa del famoso y humanitario médico, doctor Luis Felipe Blanco, formadores de un hogar prestigioso y honra  Juan de Villegas lo había enviado en 1551 en busca de minas de oro de las cuales encontró una en Buría para cuya explotación se fundó, en mayo de 1552, la nueva ciudad Segovia.
Estaba casado con Francisca Hernández y de este matrimonio nacieron varios hijos, uno de los cuales, Damián del Barrio y Hernández, a los 17 años de edad, acompañó a Diego de Losada a la conquista de los Caracas y fundación de la ciudad  llamada Santiago de León.
Del Barrio y Hernández recibió una encomienda de indios quiriquires y en 1584 acompañó a Cristóbal Cobos a la conquista de los cumanagotos, fijando su residencia en Cumaná donde casó con María González y Rojas.
De este matrimonio nació Francisco del Barrio Hernández y Silva quien casó con Leonor Rixo y de éstos nació Gregoria del Barrio y Rixo quien, casada con el Capitán Francisco Cabrera Bello, procrearon a Francisco Cabrera del Barrio.
En palabras de don Ildemaro Lovera, autor del libro Vida de José Ángel Alamo: historia de un oligarca, fuente de estas informaciones genealógicas, así sigue la descendencia del primer Alcalde de nuestra ciudad:
"Francisco Cabrera del Barrio entronca con la mantuana María Hernández Díaz de la Cruz y tiene en su matrimonio a Francisco Cabrera Hernández, éste casa con María Petronila Rendón Sarmiento y Guevara dando origen a María de la Cruz Cabrera Rendón, que al primer matrimonio con Andrés Meaño Rendón, llamado El Corsario, tiene como hijo al Ilustre Prócer José Antonio Meaño Cabrera, casado con Inés Vásquez Salazar, padres de Andrés Eloy Meaño, médico muy prestigioso de la provincia, distinguiéndose hasta ser nombrado Gobernador de la Provincia de Cumaná. El doctor Meaño casó con Manuelita Escalante Pérez para dar origen a la distinguida matrona Dolores Meaño Escalante, esposa del famoso y humanitario médico, doctor Luis Felipe Blanco, formadores de un hogar prestigioso y honra de Venezuela al acunar en su seno al poeta Andrés Eloy Blanco. Y así, va y viene la semilla de Damián del Barrio, desde Pavía, para regresar a la Madre Patria, con uno de sus retoños hundido hasta los hombros en el Mar de Occidente”
"Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar / que es el morir" dijo Jorge Manrique.
En el tránsito los ríos forman islas. A veces famosas como Sucre y Andrés Eloy, hijos de los rojos ríos que con Damián del Barrio y Ramírez de Arellano, pasaron por Barquisimeto.







Ramn Querales

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