LA CUÑA DE
MANCO-CÁPAC.
Pilar
García, maestro, poeta, cantautor, repentista inteligente y de gracia,
veloriero, cronista de Buenavista, me da sabroso tema para esta columna.
En
ocasión de estarse haciendo diligencias para reunir el dinero necesario y salvar
el monumento consagrado al Mariscal Antonio José de Sucre en el Parque Ayacucho
de Barquisimeto, en avanzado estado de corrosión e inminente peligro de
derrumbarse si no se detiene a tiempo la enfermedad que lo corroe, Pilar García
llama la atención sobre un error contenido en una de las inscripciones del
monumento.
En 1825,
Bolívar escribió una biografía del General Sucre, la que hizo publicar en
homenaje a quien poco antes había librado exitosamente una de las batallas
fundamentales, la de Ayacucho, de la
independencia americana. Así lo comunica al biografiado en carta desde Lima,
fechada el 21 de febrero de 1825 donde le dice: “Ahora mismo se está
imprimiendo una relación de la vida de usted hecha por mí, en que, cumpliendo
con mi conciencia, le doy a usted cuanto merece”.
Se
publicó efectivamente con el título de Resumen
sucinto de la vida del General Sucre, en la imprenta del Estado en Lima,
en 1825; hay otra edición del mismo año hecha en Lima y Buenos Aires, existe
una edición de la Academia Nacional de la Historia, de 1930, y otra del mismo
año de la Editorial Elite; la Sociedad Bolivariana de Cumaná la publicó en 1938
y hay otras ediciones de 1890, 1919 y 1940.
Lógicamente
esta relación de la vida de Sucre, es fuente bibliográfica obligada de cuanto
artículo, folleto o libro se escribe sobre Sucre, y la frase final de dicha
biografía, la más citada, es también de uso acostumbrado en los monumentos
levantados al inmortal héroe de Ayacucho y tal como se conoce, dice así:
El
General Sucre es el padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del Sol: es
el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La
posteridad representará a Sucre con un pie en Pichincha y otro en el Potosí,
llevando en sus manos la cuna de Manco – Cápac y contemplando las cadenas del
Perú rotas por su espada”.
Así,
completa o fragmentada, la repiten varios textos que he consultado:
La
segunda edición, 1974, de un poema de Alfonso Bonilla-Naar, titulado Antonio José de Sucre, ángel brevemente humano, la tiene como
epígrafe;
La obra Antonio José de Sucre: Gran Mariscal de
Ayacucho, publicada por Alfonso Rumazo González en 1980, concluye con
dicha frase;
Una obra
de Miguel Ángel Mudarra titulada Antonio
José de Sucre, 1795-1830, que es de 1974;
La
biografía de Sucre contenida en el Diccionario
Biográfico de Venezuela, de 1953;
la Relación sucinta de la vida del General
Sucre, publicada por CANTV, en 1974, que es la que yo poseo.
¿Y cuál es el error señalado por Pilar García en
dicha frase tal como se cita corrientemente?
Según las tradiciones peruanas a Manco-Cápac y a su
hermana Mama Ocllo, los dioses le dieron una cuña de oro y la misión de
civilizar a su pueblo para lo cual deberían establecerse en el lugar donde
aquella cuña de oro se hundiese en la tierra, lo cual aconteció en la llanura
donde luego se levantó Cuzco.
Con
seguridad, Bolívar en su biografía de Sucre, escribió que “la perennidad
representará a Sucre en un pie en Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en
sus manos la CUÑA de Manco-Cápac”, esa cuña de oro que recibió de los dioses
para felicidad de su pueblo pero los historiadores posteriores transcribieron
erróneamente el texto bolivariano y donde el Libertador puso cuña, ellos
leyeron cuna, por ignorar tal vez, la bella leyenda incaica.
Las
autoridades del Municipio Iribarren, la Dirección de Cultura de la Alcaldía y
la Comisión de Cultura del Concejo, deberán estar pendientes para que, junto
con los trabajos de salvamento del monumento del Mariscal, se corrija el error
de la inscripción y donde dice cuna, se lea correctamente cuña que fue como lo
escribió Bolívar a quien seguramente no se le ocurriría guindarle a Sucre una
cama para bebé en la gloriosa diestra que liberó al Perú.
PAN
PELAO
Pan,
en territorio ayamán, es la arepa de maíz. Pan pelao es la arepa hecha con maíz
cocido con cal o cenizas. Se hacía especialmente para comer con suero, caraotas
negras o huevos en perico.
Las
cenizas más utilizadas para pelar el maíz eran las obtenidas de la mata seca de cocuy o del bejuco cardenillo.
Algunas comunidades indígenas de México usan cenizas obtenidas de las conchas
de ostión y de caracoles y se dice que de Tabasco provino la mejor y mayor
cantidad de cal de este tipo utilizada en todo México durante muchos siglos
pues, evidencias arqueológicas mexicanas, demuestran que desde el
descubrimiento del maíz como alimento principal de los pueblos americanos,
intervino para su conocimiento la cal o
la ceniza.
En
su obra Relación de las cosas de
Yucatán, escrita en el siglo XVII, Fray Diego de Landa habla de cómo en
ese lugar utilizaban este método de cocimiento: “...las indias echan el maíz a
mojar en cal y agua una noche antes y que a la mañana siguiente está blando y
medio cocido y de esta manera se le quita el hollejo y pezón...” (En: Apreciación de la Cultura Maya, por
Luis Luján Muñoz, 1970, pp. 57-58).
Las
técnicas de cocimiento del maíz con cal o ceniza deben ser cuidadosamente
observadas pues de pasarse el maíz queda no solamente verdoso sino que además
el sabor de la arepa será desagradable. Cuando esto sucedía, mi madre
acostumbraba echarle a la olla del maíz un poco de suero con lo cual se
contrarrestaba los efectos del cocimiento defectuoso.
Este
proceso se conoce en México como Nixtamalización y en un estudio sobre el maíz
se dice que:
“El
tratamiento del maíz con cal, la nixtamalización, es un proceso fundamental
para mejorar el valor nutritivo del grano. El propósito intencional del proceso
es quitar el hollejo o pericarpio, capa exterior del grano que, no sólo es
indigesta, sino interfiere en la digestión de otros alimentos consumidos al
mismo tiempo. Pero la cal y el calor con que se confecciona el nixtamal
provocan también cambios químicos en el maíz: las proteínas, por ejemplo, ser
de mayor valor biológico en el nixtamal que en el grano no tratado. Además,
aunque muchos nutrientes como la niacina, por ejemplo, se encuentran en
concentraciones menores después de la nixtamalización, se han transformado
químicamente a formas más digeribles que en el gramo crudo” El Maíz, fundamento de la cultura popular
mexicana. México: Museo Nacional de Culturas Populares, 1987, p. 22).
En
Venezuela, posiblemente hayan sido los caquetíos, y por influencia de éstos los gayones
y ayamanes quienes más uso hicieron de este método de cocimiento del maíz pues
es al norte de Barquisimeto y en el Estado Falcón donde se detecta más
abundantemente el consumo tradicional de la arepa pelada. Ignoro si su uso se
deba a algo más que tener una variación en los productos de la alimentación
acostumbrada, principalmente el pan o si, en tiempos antiguos, se conocía que,
cocinado con cal o cenizas, el maíz aumentaba su calidad alimenticia pero lo
que si parece cierto es que esta forma de tratar el maíz para su consumo tenía,
además de alimento, el de su conservación más prolongada, tal como podría
deducirse del texto del padre Landa:
“...lo
muelen en piedras y que de lo medio molido dan a los trabajadores caminantes y
navegantes grandes pelotas y cargas que duran algunos meses con sólo
acedarse...” (Op., cit.).
La
elaboración y consumo de arepa pelada, de maíz nixtamilizado, va desapareciendo
de la mesa popular noroccidental seguramente por el intenso proceso de
urbanización que modernamente ha sufrido la población junto con el consumo, de
innegable comodidad, de la harina de maíz industrializada que sólo exige el
esfuerzo de adquirirla en el supermercado al precio que, por supuesto,
dispongan los consorcios empresariales y de ello se derivan males que, con
seguridad, pocos detectan: pérdida de un tipo de alimentación más nutritiva,
desperdicio de un sistema de conservación alimentaria, dependencia en precios y
abastecimiento, de las empresas procesadoras del maíz y, lo más grave, abandono
de una tradición cultural de profundas raíces históricas del desarrollo humano
en Venezuela.
UNA FLAUTA CHINA EN SANARE
En
una preciosa obra publicada en 2001 tan amena como densa, titulada Maíz Taita Coyón: cultura y cultivo del maíz, producto de la preocupación e
investigación de los hermanos Juan José y Juan Ramón Escalona, se recoge una
información de Antonio Márquez, sanareño nacido el 18 de julio de 1929, acerca
de la fiesta o baile del jojoto que, tal como se transcribe, la citamos:
“En
Guapa Abajo la hacían. Eso jue como en el cuarenta y ocho. Eso era una fiesta,
bailaban con la mata e’ mái to’ lo más, y con la mata e’ café también. Con la
mata e’ mái entera. Allá tocaban violín, guitarra, guitarra grande, tamborcito
y maraca. Tocaban una flauta de cuatro huecos, tres arriba y uno abajo.
Cantaban golpes y muchas cosas. Tocaban una hoja e’ café. Lo hacían en la
capilla, en la fiesta del padre, cuando el padre Vera” (p. 85-86).
Esta
información, además del innegable interés que supone el dar a conocer un
aspecto fundamental de la cultura indígena relacionada con el cultivo del maíz
y con manifestaciones todavía vivas del folklore larense, (tura, zaragoza,
locaínas, tamunangue) contiene un dato inusitado y tan importante que no puedo
dejar de destacar junto con mi suposición de que tal vez estemos en presencia de un sustrato cultural tan antiguo
como la presencia del hombre en suelo americano.
Erick
M. von Hornbostel en su trabajo “La música de los Makushi, Taulipang y
Yekuana”, escrito originalmente en
alemán y traducido por la Dra Federica Ritter para la revista de la Universidad
Central de Venezuela “Archivos Venezolanos de Folklore”, en cuyo Nº 4 de
1955-56, se publicó en las páginas 137-138, describe, en una parte de dicho
trabajo, los principales instrumentos musicales de los grupos indígenas
estudiados por él: idiófonos, membranófonos y aerófonos. Entre estos últimos
llamó especialmente su atención la flauta travesera tapada de la que dice
cuanto a continuación citamos:
“Todas
las tribus poseen una flauta travesera tapada (Kaikalá en Makushi, Kaikelá en
Taulipang, Kaikialá en Wapishana, zu(o) ó
ó zu’o de la caña hedudána, en Yekuana) con tres agujeros para los dedos. Aún
cuando el cierre del extremo inferior (que falta sólo en un ejemplar de los
Yekuaná) ya es bastante raro, la disposición de los agujeros para los dedos es
más raro aún: sólo dos están cerca del extremo inferior, el tercero más arriba
que el orificio de soplo reconocible por el tamaño. Mas el único paralelo
conocido de esta flauta travesera cerrada por ambos lados y con arreglo de los
agujeros para los dedos es el Ch’ih de los chinos que fuera visto por última
vez en tiempos muy remotos en la tienda de un anticuario por el erudito
príncipe Tsai Yü en la segunda mitad del siglo XVI, en un ejemplar de bronce
que se remontaba quizás a la época de Chung” (op. cit., p. 142).
Es
decir, este tipo de flauta travesera tapada
tendría su origen en los tiempos míticos de la milenaria China.
De otro
grupo indígena, los Schiriana, dice von Hornbostel, que usan una flauta
parecida con una diferencia notable: los tres agujeros para los dedos se
localizan cerca del extremo inferior
y en el lado opuesto de la flauta el orificio de soplar.
De
ese tipo tan especial de flauta travesera indígena, visto por última vez hacia
la segunda mitad del siglo XVI, en la tienda de un anticuario, es que Antonio
Márquez nos habla como tipo de flauta usada por los antiguos pobladores de
Sanare en la fiesta del jojoto que se celebraba en Guapa Abajo. Así lo declaró
a los morochos Escalona: “Tocaban una flauta de cuatro huecos, tres arriba y
uno abajo”, en todo, con una disposición de los huecos de dicha flauta
semejante a la flauta de los Schirianá, de la misma familia, según parece, del
milenario Ch’ih chino.
Sanare,
según más se acepta, lo poblaban los Gayones. ¿Conservaron ellos este sustrato
cultural chino como lejanos descendientes de los pueblos que vinieron de Asia,
50.000 años antes, o lo heredaron de otros pueblos intermedios entre ellos y
aquellos?
¿Existe
aún en algún lugar del Municipio “Andrés Eloy Blanco, esta flauta travesera de
cuatro huecos?.
Los
morochos Escalona tienen la tarea de averiguarlo. Públicamente se los propongo.
TITICACA,
TITICARE, EL CREPÚSCULO
El lago Titicaca se
ubica entre Bolivia y Perú a 3812 metros de altura y con una superficie de 8340
Km2. A su amparo florecieron importantes grupos culturales del
altiplano andino y en la mitología acerca de los hermanos Ayar, propia de
aquella región, Manco Capac y su hermana Mama Oclla, surgieron de sus aguas.
En un libro titulado El enigma de Tiahuanaco, de P. Guirao,
publicado en Barcelona, España, se dice que en la mitología preincaica, titi significa “felino lacustre morador
de las aguas y de la tierra” lo cual sorprendentemente coincide con la forma
del lago que, visto desde el aire, semeja un felino gigante.
En esta mitología preincaica
se dice que antes de la creación del sol y de la luna, la única luz existente
era la que se producía en este lago, lo que según Guirao, pudo haberse
originado en tiempo de agitación sísmica y volcánica cuando las cenizas de las
erupciones ocultaban la luz solar y sólo había la producida por el volcán Illampú,
aunque puestos a suponer, en el origen de estos mitos andinos, pudo ser
cualquier otro fenómeno meteorológico.
En un diccionario de la
lengua quichua que se habla en Ecuador, la palabra titi significa “metal”, titagyana,
“calentarse” y titaj, “fuego, llama,
calor, caliente”.
Así que las leyendas
darían fundamento a estos términos del quichua ecuatoriano y sus significados,
todo relacionado con luminosidad en la tierra, en un espacio, en un lugar, no
necesariamente relacionado con la producida por la acción solar que, en el caso
de las leyendas preincaicas, se explican porque en aquellos remotísimos
tiempos, Inti, el sol, o Apu
Punchao, jefe del día, no existía, no había sido creado.
¿Y qué significa el
segundo segmento del nombre Titicaca? Según el autor que sustenta parte de
estas notas, sería “roca, piedra, montaña”, de la que saldría la luz que
iluminaba el mundo preincaico, por lo que Titicaca significaría “luz de la
montaña” o algo parecido.
Vienen a cuento estas
anotaciones porque resulta curioso que en el valle del río Barquisimeto, al
suroeste de la ciudad, existe un lugar que desde tiempos remotos se llama
Titicare, palabra bastante semejante a Titicaca, donde el primer segmento, titi, es igual, y los segundos apenas
diferentes en la silaba final: ca ca, ca
re.
Lo que a continuación
se expone acerca de esta curiosidad toponímica en lengua de los caquetíos, es
mera especulación que, aunque con alguna fundamentación, no tiene sinembargo,
una base científica más o menos definitiva y verificada.
Recuérdese, eso sí, la
notable influencia de las culturas pre- incaicas en los pueblos arawaks, entre
ellos los caquetíos del valle del río Turbio, visto que éstos, llegados a
América desde Polinesia, navegando por el océano Pacífico, entraron por el Perú
desde donde se expandieron por buena parte del continente, lo que en la
mitología inca, se registra en la leyenda de los hermanos Ayar, según la cual
después del gran dios incaico Viracocha,
aparecieron dos deidades más llamadas Imaymama
y Tocapu, este último dios,
nombrador de los hombres y creador de árboles y animales.
Se
repartieron la tierra y así Viracocha,
viajó hacia oriente Ymaymama, hacia
occidente y Tocapu, hacia el
Amazonas por lo que Tocapu representaría los pueblos arawak que emigraron a la
zona amazónica desde donde se dispersaron hacia Colombia, donde los grupos que
fueron hacia allá tomaron el nombre de caquetío, y hacia Brasil y las Guayanas.
Desde Brasil y Colombia avanzaron hacia Venezuela, radicándose en los valles de
los ríos Yaracuy y Turbio y en
otros lugares de Venezuela y las Antillas.
Tal vez sea el más importante documento del período
colonial el conocido como “Relación Geográfica de Nueva Segovia”, elaborado por
sus Alcaldes, en 1579.
En este documento encontramos datos sobre la
comarca, los ríos, las autoridades, los vecinos, recursos agrícolas, minería,
templos, distancias a otras ciudades, plantas medicinales y de todo otro tipo,
animales, grupos indígenas y sus creencias religiosas, viviendas, climas,
enfermedades, características geográficas, lenguas autóctonas, poblados y
demografía indígenas, alimentación jurisdicción de la ciudad, primeros
conquistadores y fundadores de Barquisimeto, sistema de gobierno y organización
social indígena, armas y muchos elementos más con lo cual respondían a una
pregunta del cuestionario enviado por el Rey de España.
Curiosamente, esta extensa y muy completa relación
de todo cuanto, a juicio de las autoridades, revestía importancia para el conocimiento
de la región y la gestión colonial española, omite mencionar un elemento
característico e inocultable de la comarca barquisimetana: sus polícromos
crepúsculos que de modo tan particular definen esta región, pero los caquetíos
del río Barquisimeto que los conocían y veneraban, le dieron el nombre de
Titicare pues su dios era el sol y se llamaba Capu, nombre del cual se eliminó el elemento prefijado to de aquel dios Tocapu que en tiempos remotos eligió la zona amazónica como dominio
terrenal.
Los crepúsculos, fuente
luminosa de los caquetíos que posiblemente identificaban con el sol moribundo,
próximas las sombras de la noche a enseñorearse de la tierra, así como en
Bolivia y Perú tuvieron la “roca que iluminaba el mundo”, Titicaca, en el valle
del Turbio, para cuando se quedaban a oscuras, sin sol, era Titicare, un lugar
de luz, de iluminación, que en sus creencias, no era generada por Apu, el sol,
sino por otra fuente: el crepúsculo barquisimetano que todas las tardes, en el
oeste, aparecía para darle un poco más de luz, cuando Apu bajaba hacia las
sombras y éstas entonces, llenaban el valle.
El sufijo caquetío re, como lo ha demostrado bien el
profesor Renato Agagliate, es un locativo, significa lugar, sitio, agregado a
determinadas palabras, por lo que Titicare podría significar “lugar de luz que
no es de Apu, el sol” o sea, el bello crepúsculo barquisimetano que así en ese
topónimo lo registraron los caquetíos como parte importante de su existencia
secular en el valle del río Turbio, luego de su milenario viaje que los trajo
de Polinesia al Perú, del Perú al Amazonas, y de ahí, hasta el ceniciento
valle. RAÍCES
BARQUISIMETANAS DE DOS ILUSTRES CUMANESES: LA ESPADA Y LA PLUMA.
Si son más importantes las
letras "porque la guerra también tiene sus leyes y están sujetas a ellas,
y que las leyes caen debajo de la que son letras y letrados" o si las
armas prevalecen porque con ellas "se defienden las repúblicas, se
conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan
los mares de corsarios", como lo creía mi señor Don Quijote de la Mancha,
Cumaná tiene la gloria de que en su seno nacieron dos grandes representantes de
ambas artes: José Antonio Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho, hombre de armas
libertadoras y Andrés Eloy Blanco, señor de las letras, por cuyas venas corrió
sangre barquisimetana que se hizo, en el transito histórico, cumanesa: para
gloria de Venezuela y de sus armas y de su poesía.
1.
Las armas.
El Licenciado Omar Alberto Pérez,
distinguido investigador de prestigiosas instituciones de la capital
de la República, produjo un apretado pero muy completo resumen de la vida del
Capitán José Ramírez de Arellano, nacido en España aproximadamente en 1630 y
muerto en México el 19 de febrero de 1711. Se basó Pérez en una Memoria que
Ramírez Arellano presentó al Rey "sobre el ilícito trato y comercio que
las naciones holandesas (sic) e inglesas mantienen con violencia en las costas
y valles" de la Provincia de Venezuela, que es de 1680; un trabajo de
Euclides J. Fuguet Graterol sobre la familia Ramírez Arellano, publicado en
1979, y otro de Joaquín Ramírez de Arellano de 1992, titulado El linaje Ramírez de Arellano en el oriente
y centro de Venezuela.
Dice Pérez que Ramírez de Arellano,
además de ejercer otras importantes funciones, fue fundador de la Villa de
Araure y del pueblo de Chivacoa.
Ramírez de Arellano, agrega Pérez, se
avecindó en Barquisimeto desde 1648 donde llegó a ser regidor y apoderado de
dicha ciudad. En 1679 alcanzó el grado de Sargento Mayor del Tercio Miliciano
con sede en Barquisimeto y desempeñó los cargos de regidor perpetuo y alcalde
ordinario.
En 1681 casó con la barquisimetana Ana
de Alaejos Maldonado y Mireles. Poseía una encomienda de 124 indios en el
pueblo de San Miguel de los Ayamanes y en 1687 fue nombrado corregidor de los
pueblos de Santa Rosa, Duaca, Acarigua y Yaritagua.
Viajó luego a España de donde regresó
con el título de Coronel de Campo, Gobernador y Capitán General de la Provincia
de Nueva Andalucía, cargo que asumió a fines de 1696 por lo que se explica que
habiendo sido nombrado seis años antes, haya fundado Araure en 1694, a Chivacoa
en 1695 y en ese mismo tiempo se desempeñara como Corregidor de los naturales
de Barquisimeto, Nirgua, Guanaguanare y Villa de San Carlos de Austria, regidor
perpetuo, gobernador de las armas y capitán de guerra de Barquisimeto.
Entre sus descendientes colaterales en
la ciudad de Cumaná figura su sobrino el Teniente Coronel Dionisio Sánchez
Arellano quien fue bisabuelo materno del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio
José de Sucre.
2.
Las letras.
El Capitán del Barrio fue, como lo
saben quienes hayan leído la página 130 de la Historia de la Fundación de Barquisimeto, publicada en 1952 por el
Hermano Nectario María, el primer Alcalde de Nueva Segovia y uno de los
fundadores de esta ciudad y antes de El Tocuyo de la que fue regidor. Juan de
Villegas lo había enviado en 1551 en busca de minas de oro de las cuales
encontró una en Buría para cuya explotación se fundó, en mayo de 1552, la nueva
ciudad Segovia.
Estaba casado con Francisca Hernández
y de este matrimonio nacieron varios hijos, uno de los cuales, Damián del
Barrio y Hernández, a los 17 años de edad, acompañó a Diego de Losada a la
conquista de los Caracas y fundación de la ciudad llamada Santiago de León.
Del Barrio y Hernández recibió una
encomienda de indios quiriquires y en 1584 acompañó a Cristóbal Cobos a la
conquista de los cumanagotos, fijando su residencia en Cumaná donde casó con
María González y Rojas.
De este matrimonio nació Francisco del
Barrio Hernández y Silva quien casó con Leonor Rixo y de éstos nació Gregoria
del Barrio y Rixo quien, casada con el Capitán Francisco Cabrera Bello,
procrearon a Francisco Cabrera del Barrio.
En palabras de don Ildemaro Lovera,
autor del libro Vida de José Ángel
Alamo: historia de un oligarca, fuente de estas informaciones genealógicas,
así sigue la descendencia del primer Alcalde de nuestra ciudad:
"Francisco Cabrera del Barrio entronca con la
mantuana María Hernández Díaz de la Cruz y tiene en su matrimonio a Francisco
Cabrera Hernández, éste casa con María Petronila Rendón Sarmiento y Guevara
dando origen a María de la Cruz Cabrera Rendón, que al primer matrimonio con
Andrés Meaño Rendón, llamado El Corsario, tiene como hijo al Ilustre Prócer
José Antonio Meaño Cabrera, casado con Inés Vásquez Salazar, padres de Andrés
Eloy Meaño, médico muy prestigioso de la provincia, distinguiéndose hasta ser
nombrado Gobernador de la Provincia de Cumaná. El doctor Meaño casó con
Manuelita Escalante Pérez para dar origen a la distinguida matrona Dolores
Meaño Escalante, esposa del famoso y humanitario médico, doctor Luis Felipe
Blanco, formadores de un hogar prestigioso y honra Juan de Villegas lo había enviado en
1551 en busca de minas de oro de las cuales encontró una en Buría para cuya
explotación se fundó, en mayo de 1552, la nueva ciudad Segovia.
Estaba casado con Francisca Hernández
y de este matrimonio nacieron varios hijos, uno de los cuales, Damián del
Barrio y Hernández, a los 17 años de edad, acompañó a Diego de Losada a la
conquista de los Caracas y fundación de la ciudad llamada Santiago de León.
Del Barrio y Hernández recibió una
encomienda de indios quiriquires y en 1584 acompañó a Cristóbal Cobos a la
conquista de los cumanagotos, fijando su residencia en Cumaná donde casó con
María González y Rojas.
De este matrimonio nació Francisco del
Barrio Hernández y Silva quien casó con Leonor Rixo y de éstos nació Gregoria
del Barrio y Rixo quien, casada con el Capitán Francisco Cabrera Bello,
procrearon a Francisco Cabrera del Barrio.
En palabras de don Ildemaro Lovera,
autor del libro Vida de José Ángel
Alamo: historia de un oligarca, fuente de estas informaciones genealógicas,
así sigue la descendencia del primer Alcalde de nuestra ciudad:
"Francisco Cabrera del Barrio
entronca con la mantuana María Hernández Díaz de la Cruz y tiene en su matrimonio
a Francisco Cabrera Hernández, éste casa con María Petronila Rendón Sarmiento y
Guevara dando origen a María de la Cruz Cabrera Rendón, que al primer
matrimonio con Andrés Meaño Rendón, llamado El Corsario, tiene como hijo al
Ilustre Prócer José Antonio Meaño Cabrera, casado con Inés Vásquez Salazar,
padres de Andrés Eloy Meaño, médico muy prestigioso de la provincia,
distinguiéndose hasta ser nombrado Gobernador de la Provincia de Cumaná. El
doctor Meaño casó con Manuelita Escalante Pérez para dar origen a la
distinguida matrona Dolores Meaño Escalante, esposa del famoso y humanitario
médico, doctor Luis Felipe Blanco, formadores de un hogar prestigioso y honra
de Venezuela al acunar en su seno al poeta Andrés Eloy Blanco. Y así, va y
viene la semilla de Damián del Barrio, desde Pavía, para regresar a la Madre
Patria, con uno de sus retoños hundido hasta los hombros en el Mar de
Occidente”
"Nuestras vidas son los ríos /
que van a dar a la mar / que es el morir" dijo Jorge Manrique.
En el tránsito los ríos forman islas.
A veces famosas como Sucre y Andrés Eloy, hijos de los rojos ríos que con
Damián del Barrio y Ramírez de Arellano, pasaron por Barquisimeto.
Ramn
Querales
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